La Nao de Manila y la Influencia de asiática en el arte mexicano

Consolidada la conquista militar de México, la Corona española inició su labor de expansión hacia América meridional y hacia el Pacífico en busca de nuevas rutas comerciales. Fernando de Magallanes fue el primer navegante que encontró la ruta a tan remotas regiones.

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Fernando de Magallanes

La expedición comandada por Miguel Legazpi, que llevaba como navegante al agustino fray Andrés de Urdaneta, quien en 1565 logró regresar de Filipinas al puerto de Acapulco. El acontecimiento fue el principio de los viajes de los galeones, construidos en los astilleros de Guerrero y posteriormente  conocidos con el nombre de Naos de Manila o Naos de China, que perduraron hasta 1816, cuando Fernando VII ordenó la supresión.

Durante más de 200 años a partir de la segunda mitad del siglo XVI los legendarios Galeones de Manila mantuvieron un tráfico ininterrumpido entre las Filipinas y el puerto de Acapulco y si bien navegaban bajo la bandera española su tripulación y mercancía eran mexicanas. En la Nueva España antes y después en Manila se construyeron los grandes navíos que navegaban a lo largo del Océano Pacífico. Algunos de ellos como el de Nuestra Señora de Covadonga y el de Santísima Trinidad, este último desplazaba 2000 toneladas,  eran considerados como los barcos más grandes de la época y fueron capturados por los piratas ingleses.

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Ruta de los Galeones de Manila o Naos de China

El Galeón de Manila empleaba de tres a siete meses de recorrido y después un largo y penoso viaje de regreso. Dejándose llevar por la corriente Kuro-Shivo, la tripulación llegaba diezmada y enferma de escorbuto a las costas de California, donde se abastecía de agua, alimentos y cítricos, que los misioneros jesuitas habían sembrado para que los enfermos se recuperaran, luego continuaban hasta el puerto de Acapulco. La noticia de la llegada del Galeón se difundía rápidamente y los comerciantes llegaban de las ciudades más importantes del centro; desde  Michoacán, Puebla, Estado de México, entre otras, hasta del lejano Perú. Solamente en esta temporada se animaba el puerto de Acapulco, ya que el resto del año se transformaba en un tranquilo pueblo de pescadores.

La Nao durante su viaje a Manila transportaba por lo regular plata acuñada y en lingotes extraída de las minas mexicanas, China era uno de los principales países importadores que la fundía en lingote y la usaba en la orfebrería de plata que era más importante de aquella en oro. Todavía al principio del siglo antes de la caída de la dinastía Qing, circulaban en China y en el Sureste asiático los pesos fuertes que salían de la Casa de Moneda de México durante los siglos XVII y XVIII.

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Pesos fuertes o reales del siglo XVII y XVIII de la Nueva España, pertenecientes a la Real Casa de la Moneda de México, fundada en 1535

Sin embargo el intercambio entre la Nueva España y Filipinas no fue únicamente de orden comercial, hubo también estrechas relaciones económicas y culturales. Manila fue fundada en 1571 y proclamada por el obispado en 1580. La arquitectura se desarrolló en las formas propias del barroco hispano-mexicano. Así la decoración plástica y pictórica de la iglesias llegaba de México y de España; en particular la escultura de madera fue influenciada por las imágenes novohispanas.

De México salieron los libros y la imprenta que difundieron la cultura occidental en este país asiático; el español que se hablaba en Filipinas era de México y todavía subsisten modismos y palabras mexicanas como tamal, atole, zapote, etc. Se difundieron productos como el chile, el aguacate, el maíz. Se propagó también el culto de la Virgen de Guadalupe, de la Virgen de la Salud de Pátzcuaro, de la Virgen de Zapopan, Jalisco y de imágenes religiosas de otros lugares, el primer mártir mexicano Felipe de Jesús se estableció en Filipinas y posteriormente sufrió el martirio en Japón. De Asia fueron traídas a la Nueva España las peleas de gallos, el arroz, la canela, el clavo, el té negro, el jengibre y otras especias, que llegaban junto a la porcelana y a la seda. En Puebla se creó la leyenda de la China Poblana una misteriosa princesa asiática, que posiblemente no era china, que llegó como esclava en la Nueva España y que dejó como herencia el hermoso traje conocido como china poblana.

La tripulación después un viaje tan largo y difícil solía desertar al llegar al puerto de destino, con el resultado que en 200 años miles de mexicanos se quedaron en Filipinas y miles de Filipinos en territorio mexicano, que se establecieron a lo largo de la costa del Pacífico, en particular en la costa de Guerrero, y que todavía conservan sus rasgos maleses.

El mayor volumen de mercancía viajaba siempre de Manila hacia Acapulco, los mercaderes chinos establecidos en Manila eran quienes determinaban la cantidad y la calidad de la mercancía, los derechos de embarque se repartían también entre los  españoles y los mexicanos residentes en Filipinas. Se calcula que por un cargo de mercancía se llegó a pagar hasta el equivalente de dos mil millones de pesos en lingotes de plata. Los galeones estaban cargados con mantones, colchas, vestimenta religiosa, tapices, pañuelos, servilletas, faldas, corpiños, camisas de seda, brocados bordados en oro y plata, damasco, oro, piedras preciosas, marfiles, metales y muebles.

Después de un penoso viaje que duraba de cinco a seis meses, amenazada por piratas asiáticos, ingleses y holandeses, la tripulación hambrienta y enferma, y la preciosa mercancía alcanzaban el puerto de Acapulco. Los productos se vendían en el mismo puerto y alcanzaban las principales ciudades del virreinato: ciudad de México, Guadalajara, Valladolid en Michoacán, Jalapa, Veracruz y Puebla. Parte de los productos se vendían a los comerciantes que llegaban en barco desde Perú hasta el puerto de Acapulco y finalmente otra parte llegaba al puerto de Veracruz directa de España, que en esa época para el comercio de Asia dependía totalmente de México y se puede afirmar que Filipinas era más bien una colonia mexicana que española. Con la independencia de México terminó este comercio entre Asia, América y Europa, que se llevaba a cabo globalmente en escala mundial.

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Flota de Indias. Viajes hechos por los barcos portugueses y españoles durante la época colonial.

El siglo XVI marcó una nueva etapa en el intercambio comercial con el Extremo Oriente. Los portugueses en el 1545 por primera vez entraron en la bahía de Hong Kong y establecieron un regular comercio marítimo con las costas de la China meridional.    Posteriormente los barcos holandeses y los ingleses, también transportaban a Europa una gran cantidad de mercancía china: té, porcelanas, seda, marfiles lacas y muebles, que influenciaron la producción artística de los siglos XVII y XVIII; el Rococó europeo rompe con la rigidez de los siglos pasados, el barroco austero adquiere un movimiento  y una vitalidad propia del  arte oriental.

Una de las más grandes inquietudes de los europeos a partir del Renacimiento fue el  cómo fabricar la porcelana, cuyo material era durable, resistente y  podía guardar alimentos sin alterarse, los europeos ignoraban  el secreto de su fabricación y por largo tiempo se hicieron imitaciones en cerámica blanca mezclando hasta huesos y cenizas. Algunos alquimistas al servicio de los Médicis en Florencia fabricaron una seudo porcelana de costosisima fabricación.

En  Delft, Holanda,  por primera vez en el siglo XVII se empezó a producir una loza a la manera china para satisfacer la demanda del mercado europeo y para suplir a las fuertes pérdidas económicas en cerámica, ocasionadas durante el largo viaje en barco desde Macao hasta el Mar del Norte. Finalmente en Meissen, Alemania  a principio del siglo XVIII se logró obtener la primera porcelana vidriada , mezclando caolín y feldespato a base de cuarzo , que da a la cerámica  un aspecto vidrioso.

La porcelana fue el alma del siglo XVII. Cualquier sala elegante exhibía piezas de porcelanas chinas, japonesas, o europea. Chimeneas, nichos, paredes, alcobas, muebles, tapetes, telas, estaban decoradas con una mezcla heterogénea de elementos europeos y  orientales.

Imitaciones de las porcelanas en blanco y azul, de la porcelana blanca de Dehua, de la familia verde y de la rosa se realizaban en las fábricas de Meissen, Delft, Venecia, Saint Claud y Talavera de la Reina.

Entre 1757 y 1759 en la Villa Real de Portici, Nápoles, un cuarto entero fue recubierto de porcelana en estilo chinesco de la fábrica de Capodimonte. Carlos III trasladó a los artesanos de Capodimonte a la fábrica del Buen Retiro cerca de Madrid, para que decoraran otra sala de la residencia real de Aranjuez. La exquisita hechura de las figuras chinescas, dejan pensar que también el pintor italiano Giovanni Domenico Tiepolo intervino en el dibujo y en la realización de la sala de Aranjuez. La producción italiana de esta época influenció la loza que en esa época se fabricaba en Talavera de la Reina.

En el Virreinato de la Nueva España y el interés hacia los productos artísticos orientales fue reforzado por el comercio con Filipinas. Cada año el Galeón de Manila transportaba miles de piezas que, de alguna manera, influían sobre el gusto y la producción local. Los refinados marfiles, los muebles laqueados, los metales labrados, las esculturas, las coloridas porcelanas y las sedas, resultado del milenario arte del extremo-oriental, tuvieron un fuerte impacto en el gusto de indios, criollos y españoles. El gobierno virreinal, las iglesias y los conventos pedían por encargo imágenes religiosas en marfil, obras bordadas, biombos y muebles.

Las esculturas talladas en marfil que reproducen personajes religiosos, representan el resultado  del sincretismo artístico entre oriente y occidente; las normas estilísticas e iconográficas españolas se fundieron con la técnica milenaria de los artífices chinos. La fisionomía de estas figuras talladas en marfil como vírgenes, cristos, niños Dios, en la mayoría de los casos mantiene un aspecto oriental. En algunos de ellos consta una típica estilización oriental de nubes, árboles y pájaros, en cambio San José adopta el aspecto de un sabio chino y algunos Niños Dios parecen Budas dormidos. La mayoría de las esculturas religiosas talladas en marfil se realizaban en China, pero algunos Niños Dios procedían de Goa en la India donde bajo la influencia de algunos misioneros se desarrolló la producción de imágenes religiosas hechas en este material; parece que  en Filipinas solamente en los últimos tiempos de la colonia española se empezó a labrar  el  marfil. El encuentro entre oriente y occidente tuvo como resultado esta genial y límpida expresión artística, que constituye un capítulo aparte en la Historia del Arte, perteneciente  a la producción artística hispano-oriental, con marcadas influencia mexicana.

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La pintura y escultura china y japonesa, tuvieron una escasa influencia sobre la pintura mexicana de la época, las refinados paisajes y la temática que incluía flores y pájaros se conocieron solamente por medio de las porcelanas, de las lacas y del bordado, que consecuentemente fueron imitados por las correspondientes artesanías. En la Nueva España la pintura de óleo predominaba y los temas religiosos y los retratos pertenecen totalmente a la tradición occidental, a pesar de algunas locales influencias indígenas. Algunas pinturas que describen la vida oriental con características anecdótica, llegaron hasta México y en el Museo Bello de Puebla se conservan algunas xilografías que representan escenas teatrales, que posiblemente remontan a la segunda mitad del siglo XVIII, este tipo de producción pictórica era destinada exclusivamente a la exportación y se considera poco representativa en el arte oriental.

La influencia oriental y en particular china, sobre las artes decorativas mexicanas fue bastante extendida; muebles, telas y cerámicas adoptaron una policromía oriental, produciendo un fenómeno paralelo al desarrollo del estilo chinesco en Europa. Los artesanos mexicanos firmes en sus raíces autóctonas supieron realizar un admirable sincretismo de formas y colores donde la imitación se pierde y se vuelve a elaborar un nuevo objeto artístico y estético. Esta influencia todavía perdura en la producción de lacas, lozas, porcelana y bordados contemporáneos.

El conocimiento y uso de los metales en Asia es muy antiguo, los artesanos chinos a partir del 1500 a.C. fabricaban unos vasos de bronces de gran perfección técnica y artística. Los chinos produjeron obras de bronce, cobre esmaltado y plata para la exportación: bandejas, cajitas para el rapé, platos, aguamaniles, botes de té, platos, tinteros, etc., eran  los  objetos que tenían más demanda. Se fabricaba en Shanghái, Pekín y Cantón con cobre esmaltado, cuyo origen habría que buscarlo en el Cercano Oriente, en la antigua Mesopotamia. El comercio entre México y Filipinas no tuvo un tráfico de gran relevancia de estos productos, pero sí de un ciertos intereses ya que, la mayoría eran destinados al uso cotidiano. La filigrana oriental, china y filipina, influenció el desarrollo de la platería mexicana del siglo XVIII y XIX, en particular de Taxco.

En 1721, el cabildo decide hacer de metal la reja del coro de la catedral de México, sin embargo ni en la Nueva España, ni en Manila había expertos artesanos capaces y especializados en este tipo de trabajo en metales. El diseño de Nicolás Rodríguez Juárez fue enviado a Macao, que disponía de artífices de gran capacidad creativa; sin embargo, los chinos no entendieron y un franciscano italiano tuvo que explicarles el proyecto. La reja fue resultado de una mezcla de bronce, estaño y plata, que de Macao se llevó a Filipinas en 125 cajones en la Nao, desde Manila hasta el puerto de Acapulco, y fue estrenada en marzo de 1730.

La elaboración de tejidos de sedas en México data de la época de la conquista española. En época prehispánica, señala Humboldt que en la mixteca hilaban seda parecida a aquella de la oruga china y que se comerciaba desde el tiempo de los aztecas. Pero esta noticia no es confirmada por las fuentes de la época. Hernán Cortés nombró a oficiales encargados de introducir la sericultura, que plantaran la morera y difundieran huevos de gusano. En la Nueva España, se empezó a cultivar la seda en la región de la Mixteca Oaxaqueña. Durante el siglo XVI, se difundió la industria de la seda y se exportaba hasta Perú, pero hacia el final del mismo siglo la producción decayó, no resistiendo ni a las medidas fiscales del gobierno español, ni a la concurrencia de las sedas orientales y españolas que resultaban más económicas. En 1679 se ordenó de derribar los árboles de morera y se prohibieron los telares. A pesar de estas prohibiciones, la producción continuó y en el siglo XVIII el virrey, conde de Revillagigedo habla de sitios aptos para el  desarrollo del cultivo  de la morera y la cría de los gusanos y según algunas noticias en Puebla seguían existiendo tejedores de seda.

La seda de oriente, que era muy apreciada entre la clase alta del virreinato, llegaba de tres formas: la lisa en colores brillantes, usada generalmente para forros, también la bordada y las piezas de vestido bordado. Se importaban casacas para hombres, faldas, basquiñas, chales, y pañoletas para las mujeres. Mención especial merecen los ornamentos destinados a las iglesias: mantos, palias, casullas, etc. Las prendas estaban bordadas con hilos de seda de colores, también de oro, plata, laminillas y lentejuelas de varios colores. Muchos trajes mestizos e indígenas se cubrieron de grandes flores redondeadas, en lugar de los dibujos geométricos de herencia prehispánica, en Guerrero, en Chiapas, en Oaxaca en Veracruz, las mujeres todavía lucen sus hermosas blusas bordadas con puntos de relleno, cuyas flores grandes y repletas de colores remontan a modelos asiáticos. En los siglos XVII y XVIII las mujeres utilizaban sus trajes de seda, que por un tiempo fue producida también en la Nueva España; los mantones de Manila decorados con flores, vegetales, animales y escenas de personajes. Las colchas de seda bordadas, que posiblemente fueron la fuente de inspiración de los motivos florales, adornaban las casas. Las colchas eran de excelente calidad, estaban adornadas con flecos y borlas, también  bordadas con flores, guías vegetales, cintas, mariposas, pájaros, entre otros.

Los telares de cintura de las indígenas tejían los rebozos de sedas que formaron parte del atuendo de la mujer novohispana e indígena. La seda se produjo en la Nueva España hasta 1679. En Puebla se elaboró un fantasioso traje de China Poblana, que está relacionado con muchas leyendas.

La laca se utilizaba en México antes de la conquista española, la influencia oriental fue restringida a los motivos decorativos, porque los artesanos continuaron a utilizar el antiguo barniz  obtenido del insecto (Coccus axin) parecido a la cochinilla del nopal.  En China y en Japón la laca es de origen vegetal y la resina que la compone se extrae de un árbol  (Rhus vernicifera).

En el siglo XVIII los hermanos Cerdas empezaron a producir en Pátzcuaro, éste fue uno de los centros michoacanos dónde llegaron productos artísticos y artesanales asiáticos, lacas con figuras chinescas, decoradas con fino trabajo de pincel, usando óleo y oro en hoja. La producción artística de Pátzcuaro y de Uruapan, entre las lacas mexicanas , es la que más recibió en el estilo y en la técnica la influencia asiática. También la técnica del rayado o recortado de las lacas de Olinalá, a pesar de una probable influencia de cerámicas prehispánicas, revela una asombrosa semejanza con lacas chinas de Coromandel. En Chiapas del Corzo, las lacas se recubren de grandes motivos florales de clara inspiración oriental. Biombos, nichos, repisas, escritorios, cajas almohadillas, jugueteros, charolas y hasta calabazas y guajes, se recubren de figuras, flores y motivos decorativos a la manera china.

Del Extremo Oriente se importaron pocos muebles, debido al espacio reducido de las naves que se aprovechaba para ocuparlo con seda y porcelana. Quedan algunos ejemplares de escritorios, cajas, baúles, gabinetes y algunos costureros, laqueados e incrustados con concha nácar. Famoso es el púlpito de San Miguel del Milagro en Tlaxcala, para el cual fue utilizado un biombo japonés en laca policromada y dorada. En México se fabricaron muebles laqueados que imitaban los motivos florales, los pájaros y los paisajes  orientales.

La porcelana china y japonesa, cuidadosamente empaquetada, sin duda era el cargamento más importante del Galeón de Manila, destinada a satisfacer el gusto y las necesidades del hombre occidental de esta época. La porcelana llegaba a occidente por dos corrientes: la primera por medio de las importaciones portuguesas, holandesas y posteriormente inglesas que llevaban directamente en Europa los productos orientales, y la segunda a través los puerto de Filipinas, Acapulco y Veracruz.

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Trayectos por tierra y por agua de Asia a Europa, bajo la base de la antigua Ruta de la Seda

En el siglo XVII era muy común encontrar en las casas mexicanas piezas de loza procedente del Extremo Oriente, usando de manera cotidiana, los jarrones para colocar plantas en corredores y antesalas, y como adorno de salas, oratorios y asistencias.

Familias nobles de la Nueva España pedían a los alfareros chinos vajillas y otro tipo de porcelana de fabricación especial con escudos heráldicos o con las iniciales del dueño y dueño de la casa, que se mezclaban con dibujos al estilo chino. Algunas de estas porcelanas eran conmemorativas y celebraban eventos como la proclamación de los Reyes de España o la fundación de la Academia de San Carlos. La misma costumbre existió en Europa y en servicios nobiliarios que se conocen en Portugal, España, Francia e Inglaterra.

En los testamentos e inventarios de la aristocracia criolla del virreinato la porcelana procedente de China era registrada entre las pertenencias de gran valor. Las piezas que se importaban eran muy diversas, la porcelana podía ser monocroma o decorada, algunas muy corrientes, otras de elevada calidad artística y desde el punto de vista estilístico incluye la producción de los últimos años de la dinastía Ming (1348 -1643) y prácticamente casi toda la fabricación  de la dinastía Qing, hasta 1850.

En México se conservan raros ejemplares de las primeras épocas, son contadas las piezas del siglo XVI y muy raras las piezas del siglo XVII. Entre las porcelanas del siglo XVIII destacan aquellas decoradas con gallos sobre fondo blanco y aquellas con reservas blancas sobre fondo café  a las cuales se le ha dado el nombre de capuchinos; abundan las piezas con dibujos azules sobre fondo blanco.

Porcelanas chinas de elevada calidad artística de las épocas Ming y Qing se encuentran en importantes colecciones mexicanas del Museo de Chapultepec, en el Museo de Tepotzotlán y en el Museo Bello de Puebla y en el Museo del Fuerte de San Diego en Acapulco.

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Objetos importados por el Galeón de Manila. S. XVII-XVIII

La influencia de la porcelana china sobre la cerámica mexicana es evidente. Influencia la forma de las piezas, sobretodo en la decoración y en el uso de colores, entre la producción artística virreinal, sobresale la  talavera poblana, que alcanzó un notable nivel artístico.

La talavera de Puebla por su excelencia técnica y artística, destacan en la producción de cerámica colonial. Las porcelanas chinas influenciaron el desarrollo del estilo de la policromía y de la iconografía de la loza poblana. Cuando la cerámica de Talavera de la Reina, que en el siglo XVII era la más afamada de España fue llevada a Puebla, y ya incluía motivos chinescos en blanco y azul. Pero esta influencia oriental aumentó en tierra mexicana con la llegada de las Naos de Manila, cargadas con las refinadas porcelanas chinas. Platos, tibores y jarrones de espalda alta y de forma ahusada, arabescos florales, motivos decorativos  geométricos, figuras de mandarines, damas y criados chinos, recurren la producción de la loza poblana hecha sobre encargo.

Ejemplo de Talavera de la Reina, España. Plato de talavera española con influencia china en el diseño y los colores blanco y azul. S. XVII

Se copiaban también algunas estatuas de animales fantásticos como los perros de Fo , y algunos ejemplares imitaban las estatuillas monocromas de Dehua en el Fujian. En época temprana se imitaba la porcelana china en blanco y azul, posteriormente también la delicada policromía de la familia verde y de la familia rosa de los siglos XVIII y XIX, era un motivo recurrente en la talavera poblana. La diferencia entre la loza y la porcelana, el uso distinto de vidriados y de colores, obviamente tiene como resultado  una visible diferencia  entre la copia y el original.

Caracterizan a las losas poblanas, el color más intenso de la talavera y la distribución más intrincada de los motivos decorativos, que a veces recubren toda la superficie, mientras que en las piezas chinas siempre se respeta el equilibrio entre la distribución cromática y el fondo blanco. Las figuras humanas chinescas, igual que otras imitaciones hechas en Europa, tienen un aspecto grotesco e irreal, según la idea que tenían los occidentales de este «lejano y misterioso» país asiático.

Para concluir quisiera hacer una observación de orden lingüístico. Hace unos años leyendo un artículo publicado en el boletín de Antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia sobre la palabra cío, definida como una palabra española y olvidada por los diccionarios, que índica que es un cuenco o tazoncito de porcelana, vidrio o metal, lleno de agua perfumada, que en general porta una rodaja de limón que  se era utilizada para enjuagar los dedos de las personas, cuando eran ingeridos ciertos alimentos, así evitando a los comensales el lavarse las manos.[i]   El autor trata de relacionar sin éxito la palabra cío al latín cyatus, y al griego kyatus, que antiguamente indicaba una copa o tazón. Pero la palabra kyatus en las lenguas romances da como resultado la gutural k- y ch-, y no es sonido c- de cío.

Conociendo la lengua china y en particular la relación comercial y artística realizada en época colonial, para el autor no habría sido difícil llegar a la conclusión de que el cuenco de porcelana y la palabra que lo define es de origen chino. Las tazas sin asa en China se llaman pei, pero la palabra que se usa para enjuagar las manos es xishou y lavar o enjuagar se dice xihe o, según la antigua transcripción , hsiho y en el diccionario de chino antiguo la palabra xi significa también traste de porcelana. Los cíos que se encuentran en México, son monocromos y otros son de talavera poblana con dibujos florales parecidos  a aquellos chinos. Esta palabra actualmente está en desuso, porque el objeto que indicaba ya no se utiliza en las mesas mexicanas.

 

Bibliografía

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-Milanesi , M. , «I primi secoli della Dominazione Europea in Asia. «Sansoni. Firenze, 1976, p.16
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-Giacomotti J., Frothingham A. W. Dos Santos Simoes  J. M.»Maioliche e  porcellane». Fabbri. Milano 1981, p. 60
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-Cortina,L. » Polvos Azules de Oriente» en Artes de México, 1992, n. 3, pp. 60-61
-Guzmán Betancourt, Y., » A propósito       de Cío una Palabra Española Olvidada por los Diccionarios» en Antropología , Boletín del INAH, n. 37, 1992.
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